domingo, 5 de julio de 2020

Hablando de Arte: La Isla de los Muertos- Arnold Böcklin


Arnold Böcklin (1827-1901), pintor simbolista suizo, cuenta con una obra pictórica fascinante, no solo por la calidad de factura sino también por la repercusión a posteriori que han tenido algunos de sus trabajos. En este caso, nos referiremos a "La Isla de los Muertos".

Si hablamos de La Isla de los Muertos, debemos tener en cuenta que se trata en realidad de una serie de pinturas, no de una sola. Son cinco versiones pintadas entre 1880 y 1886. Cabe destacar también que aunque el nombre original dada por su autor era "Pintura para soñar", el nombre por el cual se la conoce fue dada por un marchante de arte. 

La versión en la cuál está inspirado el siguiente escrito es la pintada en 1883, que se encuentra en la Antigua Galería Nacional de Berlín, en Alemania.


                                              



La Isla de los Muertos

Un cielo azul violáceo, cargado de nubes se une en comunión con un mar aparentemente calmo, en un horizonte lejano. En medio de ese esplendido espejo, se alza imponente, un macizo de rocas, al parecer tan antiguas como las profundidades de donde nace este enclave.
La atmósfera casi de ensueño es producida por los tonos azulados de la obra, y es que el azul es el color del cielo, del mar, de la lejanía, de lo inasible, de la insondable imaginación.
Al igual que varias pinturas de Arnold Böcklin, “La Isla de los Muertos” destaca por su sensación de quietud, de tiempo detenido. Una dulce atemporalidad se hace presente ante el espectador, quien asiste a este homenaje póstumo, a ese último viaje en la barca de Caronte hacia el lugar de reposo eterno.
La  figura de blanco hace de guía, cual faro en la oscuridad. 
Los cipreses centenarios, en el centro de la composición, se yerguen hacia el cielo, como mostrando el camino al infinito. A pesar de su marcada verticalidad, la masa arbórea mece lánguidamente su corona orgullosa.
Llegado a este punto, varias incógnitas nos deja Böcklin, como es de esperar de un buen pintor simbolista.
 ¿A quiénes cobijan esas antiguas rocas? Similar al Valle de Los Reyes, en Egipto,  los blanquecinos acantilados, de roca horadada hasta sus frías entrañas, esperan impasibles a un nuevo habitante. Guardianes silenciosos, vestidos de musgos verde y naranja.
¿Quien es  honrado, en esta ocasión, con este viaje postrero? Nunca sabremos quién yace dentro de esa caja blanca, custodiada por la efigie amortajada de pie junto a esta. 
Y justamente, ¿Quién es esa figura cargada de misterio que preside el austero cortejo? Podríamos decir que se trata del mismísimo Caronte… o tal vez algún otro psicopompo, anónimo y universal.

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