Cuando se vive en una ciudad grande, la magnificencia de los edificios tapa el horizonte y los vidrios de las ventanas encandilan como mil soles.
Por la noche, el aire fresco inunda las calles y se puede salir a caminar. ¡Qué bello el aire fresco!
En este horario, donde nadie transita ya, cuando los gigantes duermen, es cuando la verdadera ciudad emerge.
Aparecen cosas que antes no se veían con luz solar. Antiguas casonas, cines ya inexistentes, detalles que de observarlos con calma mutan en cosas maravillosas.
Todo esto, solo de noche.

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