sábado, 2 de abril de 2016

Reflexión: Antropocentrismo y conexión con la Naturaleza

Todos los seres vivos - el hombre, las plantas, los animales, la Tierra, los planetas y las estrellas- se relacionan íntimamente entre sí: 
                                                      
                                                                        Lo que afecta
                                                                        a uno de ellos
                                                                        afecta a los demás.

                                                                 "La vida secreta de las plantas". P Tompkins/ C. Bird.




--"Surcos de sauce". Tinta sobre papel--



Existen situaciones en las cuales detenemos por un momento nuestra intensa cotidianidad, la cual se mueve vertiginosamente como una calesita que marea en su ajetreo constante. En ese instante de reflexión surgen preguntas, interrogantes sobre cuestiones a las cuales estamos tan acostumbrados, que no nos detenemos a analizar. Hasta que ese momento de pensamiento llega, y arrasa con el pequeño mundo encapsulado en el que nos movemos.

A partir de esta manifestación de pensamientos y reflexiones surgió una duda… ¿Cuándo fue que el ser humano dejo de sentirse parte de la naturaleza? ¿Cuándo se vio ajeno a ella? ¿Cuáles fueron las causas de este distanciamiento?

Es como si se hubiese formado una antinomia entre ambos. Tal vez esta separación fue la que suscitó de alguna manera el daño y hasta desprecio de uno por la otra.
Y es que al no sentirse parte, o verla como una realidad externa, ajena al sistema de vida que los humanos adoptamos, cambiamos nuestra relación con el medio natural.

La humanidad  se sintió extraña en la inmensidad de los bosques, los demás seres vivientes se convirtieron en simples servidores -y esclavos- del "progreso humano".

 La humanidad adoptó una postura de egoísmo infinito al proclamar suyo todo lo que la naturaleza ofrecía, sin pensar en que esta podía abastecer a todos, no solo a la especie humana.
Con este antropocentrismo extremo, nos hemos dedicado a usar y abusar, a destruir todo lo que estuviera a nuestro alcance, porque al fin y al cabo ya no eramos parte de lo “salvaje”. 

Y los pocos "salvajes" que quedan son masacrados en las selvas, desiertos y praderas por ejércitos de médicos que profesan la falsa medicina, aquella que no cura sino que se rinde -por acuerdo o por simple ignorancia- a los intereses de algunos pocos a quienes les conviene que nos olvidemos de nuestra conexión con la naturaleza y el universo, por armas biológicas en forma de enfermedades y mosquitos, por uniformados con y sin distintivos que son entrenados -o mejor dicho sometidos a un intensivo lavado de cerebro, a base de cánticos patrióticos y demás métodos xenófobos- , y por muchos otros métodos que a la mayoría de la sociedad podrían parecer sacados de historias de ciencia ficción...

Y es que esa conexión con la Tierra -y con el Universo mismo- resultaría muy peligrosa para quienes sostienen este sistema-cárcel, ya que de practicar esta conexión - que es la puerta a nuestra propia divinidad-, recordaríamos y reconoceríamos nuestra verdadera esencia, lo que se traduciría en seres felices y poderosos, pero no con poder como modo de opresión a otros, sino como camino de auto-conocimiento.


No hay comentarios:

Publicar un comentario